En la mesa redonda celebrada el pasado 9 de mayo, con motivo del 50 Aniversario de Cárnica, se pusieron encima de la mesa multitud de asuntos de gran interés. Uno de ellos tuvo que ver con la doble moral existente en nuestra sociedad con respecto a las demandas del mercado en relación a multitud de asuntos.
Me encantó ese adjetivo de ‘doble moral’ porque me pareció realmente acertado. Yo siempre había optado por hablar de falsedad o hipocresía en determinados comportamientos, pero creo que denota mayor intencionalidad y, por tanto, entiendo que se adecúa peor a la realidad imperante en nuestros días.
Y considero que esto es así porque no me parece que la mayoría de los que hacen críticas encendidas en contra de nuestro sector, aludiendo al bienestar de los animales o al daño que realizan en el medio ambiente, lo haga a sabiendas de que otros sectores, como por ejemplo el textil o el tecnológico, son altamente contaminantes. Es decir, no creo que haya una inquina especial por nuestro sector en relación con otros.
Un problema de desconocimiento
La esencia, supongo, radica en intereses más altos que impulsan a poner el foco en nuestra industria, creando un movimiento anticárnico que, simplemente, no existe en otros sectores y, por tanto, no ha generado ese movimiento social posterior. De ahí que suponga que en esa gran masa realmente no hay una intención real para atacar a este sector por encima de otros.
El problema es que, seguramente, el grueso de las personas que engloba estos movimientos es muy probable que no sepan que, siguiendo sus mismos criterios, deberían empezar a atacar a otras industrias y además con mayor vehemencia, debido a los cuantiosos perjuicios que están causando a nuestro planeta.
De hecho, según datos de la ONU, el sector textil es la industria más contaminante, solamente superada por la petrolera, ya que usa cantidades ingentes de agua, se sirve de productos químicos altamente perjudiciales para el medio ambiente y su distribución genera unas cantidades de emisiones contaminantes muy perjudiciales. Para colmo de males, gran parte de su fabricación está alojada en países donde no se respetan los derechos humanos más básicos.
Sectores intocables
La industria tecnológica, que no suele contar con voces discordantes en cuanto a los agravios que genera en nuestro planeta, es otro de los sectores más contaminantes según Naciones Unidas, ya que la fabricación de dispositivos electrónicos, como teléfonos móviles y ordenadores, requiere la extracción de minerales como el coltán, el cobalto y el litio. Esta recolección conlleva problemas ambientales, como la degradación del suelo, la deforestación y la contaminación del agua en las áreas de excavación.
Asimismo, la fabricación de dispositivos electrónicos, desde su ensamblaje hasta su distribución, consume grandes cantidades de electricidad, así como los servidores y centros de datos necesarios para almacenar y procesar datos, que para reducir sus altísimos consumos energéticos, se están introduciendo en el mar, con los daños que esto provoca en la fauna del lecho marino en donde se ubican.
Concienciación menos sesgada
Al final, la crítica ambiental selectiva, que se centra en la industria cárnica y pasa por alto el impacto ecológico de muchas otras, refleja una clara doble moral en nuestra sociedad que debería ser reconsiderada, porque a este paso veo un futuro en el que seguramente estaremos más conectados que nunca, no dejaremos de ir a la moda, pero eso sí, en nuestras casas estaremos comiendo lechuga con tofu todos los días y, con suerte, nos podrá caer algo de proteína animal de dudosa calidad generada en algún laboratorio que, seguramente, tampoco estará libre de estar generando algún impacto en nuestro medio ambiente.
En definitiva, creo que para lograr un futuro realmente más sostenible y respetuoso con nuestro planeta, habría que ampliar nuestra conciencia y considerar de manera más integral los problemas ambientales. De esta manera podremos fomentar un enfoque equilibrado y coherente para combatir los desafíos ecológicos que enfrentamos en la actualidad.