Al igual que en Irlanda, la OCU ha realizado un análisis de 20 hamburguesas frescas envasadas, de venta en supermercados, con el objetivo de averiguar cuál es la calidad de la carne.
La OCU decidió realizar también pruebas de ADN para ver si en España las hamburguesas contenían carne de caballo: los resultados obtenidos han demostrados que se han encontrado en dos de las 20 muestras analizadas. Las pruebas certifican la presencia de carne de caballo sin que esto sea indicado en el etiquetado. Según ha señalado, en exclusiva a Cárnica 2000, Enrique García, miembro del departamento de Relaciones Institucionales y Comunicación de la OCU, “el método de detección que hemos usado, no permite determinar el porcentaje de presencia de carne de caballo, lo que determina con absoluta fiabilidad es la presencia de ADN equino en la muestra a partir de un 0,1 por 100”. Los resultados de este estudio se pueden encontrar en el siguiente enlace.
En el análisis inicial no se contempló realizar pruebas de ADN pero, debido a la alarma surgida en Irlanda, se creyó necesario comprobar e informar a los consumidores sobre si las hamburguesas que se estaban comercializando en España estaban libres de sospecha.
En dos de los casos se está cometiendo un claro fraude al consumidor y se están vendiendo hamburguesas en cuyas etiquetas no se indican sus ingredientes reales.
La OCU ha aclarado que no se trata de un problema de seguridad alimentaria pero sí de un engaño al consumidor, que cree comprar carne de vacuno y solo de vacuno, sin presencia alguna de carne de caballo.
Respecto al análisis de calidad general, la OCU aclara que la gran mayoría de las hamburguesas frescas envasadas llevan conservantes para alargar su vida.
Además, la norma permite que los preparados de carne, otra versión de hamburguesa, lleven otros aditivos como antioxidantes, colorantes o potenciadores del sabor.
La OCU ha detectado que 16 de las 20 hamburguesas analizadas también llevan sulfitos, otro aditivo cuya utilidad es inhibir el crecimiento de bacterias y mantener el color original de la carne. Para añadir los sulfitos, los fabricantes utilizan un truco legal: denominar a su hamburguesa como burguer meat.
Otros parámetros analizados son la grasa, aporte calórico y sal. La mayoría de hamburguesas supera con creces el contenido de grasa de una pieza de carne vacuno. Algunos productos llegan a un 23 por 100 y un 25 por 100, porcentajes claramente excesivos, puesto que a mayor contenido graso, menor contenido proteínico.
La media de aporte calórico encontrado es de 200 kilocalorías por cada 100 gramos de preparado de carne. Respecto a la sal, la gran mayoría supera el 1 por 100.
A juicio de la OCU solo aprueban cinco de las marcas analizadas: dos con excelente calidad y otras tres con una calidad aceptable. El problema es la elevada presencia de tendones y cartílagos, usados en sustitución de carne de calidad.
Un último elemento que preocupa a la OCU es la falta de transparencia en el etiquetado. La normativa de etiquetado exige que se indique el porcentaje de carne. Sin embargo, seis hamburguesas analizadas incumplen este requisito legal, confundiendo al consumidor, que puede adquirir un producto creyendo que es 100% carne e ignorando que su porcentaje es mucho menor.
Con estos datos de calidad, y en especial con los resultados que han arrojado las pruebas de ADN, la OCU se ha dirigido a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), al Ministerio de Agricultura y a las Comunidades Autónomas exigiendo una explicación y una investigación urgente que aclare cómo ha llegado la carne de caballo a unas hamburguesas que no lo mencionan en su etiquetado.
La OCU pide además que se depuren responsabilidades y, en su caso, se impongan las sanciones correspondientes a los infractores.