Raúl Pérez conoce el oficio de memoria. Empezó con 15 años y, desde el 2000, levanta a diario la persiana de su pollería en la Galería Comercial de Parla (Koc Shop). Tres décadas después, en pleno ruido mediático por la gripe aviar, su balanza marca estabilidad: los proveedores le sirven con normalidad, los precios se mantienen y la clientela no ha aflojado.
“Lo de 2006 fue muy duro y duró casi un año”, recuerda sobre la anterior crisis sanitaria que sí golpeó al consumo de carne de ave. Aquella experiencia, dice, explica el ambiente de cautela que hoy se respira en el sector, aunque en su caso no haya notado, “por el momento”, cambios en ventas ni en abastecimiento.
Precios y suministro: normalidad por ahora
La foto de su mostrador ahora mismo es nítida: sin tensiones de suministro, sin traslación de costes y sin sobresaltos en la demanda. Pero también con la incertidumbre propia de quien ha vivido otras tormentas y sabe que la percepción del consumidor puede virar de un día para otro. “Creo que se está haciendo demasiado ruido en torno a este tema”, afirma.
Desde su puesto, Raúl mira más allá de esta coyuntura y pone el foco en la cesta de la compra: defiende que la carne —y en particular el pollo— es un alimento esencial y que la rebaja del IVA “debió aplicarse hace tiempo”. Hoy el pollo tributa al 10 %, un margen que de reducirse de forma provisional, tal y como piden desde la Asociación Española de Consumidores, aliviaría al consumidor y daría oxígeno al pequeño comercio.
Su testimonio resume la realidad de muchas pollerías de barrio: proximidad, oficio y prudencia. A la espera de cómo evolucione la situación sanitaria, Raúl mantiene su rutina de siempre: producto fresco, precios contenidos y trato de confianza. Treinta años de mostrador le han enseñado que, cuando el entorno se llena de incertidumbre, sostener la normalidad también es una forma de resistencia.












