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MERCOSUR, España y nuestra ganadería

Por Tomás García AzcarateDoctor Ingeniero Agrónomo y economista agrario, especializado en el análisis de mercados agrarios y de la política agraria común.

Yo no dudo que el acuerdo con Mercosur vaya a tener consecuencias positivas para España en su conjunto, nuestro sector industrial y de servicios y como puerta de entrada de las inversiones desde y hacia estos países. De hecho, este ha sido una prioridad de primer orden para la diplomacia española, desde los inicios de las negociaciones para nuestra adhesión a las Comunidades Europeas, una constante que se mantuvo independientemente de quien gobernaba en nuestro país.

Tampoco dudo que puede haber producciones agrarias, como el vino, que pueden verse favorecidos. Pero esto no es el caso de nuestros sectores ganaderos.

Por esto afirmaciones como que “la Unión Europea sólo importará un filete por persona al año desde Mercosur”, me irritan profundamente. El mercado al que nos debemos referir es el del “Hilton beef”, y no el total del consuno europeo de carne de vacuno. Me irrita también que, para defender el acuerdo, se argumente en el periódico de mayor difusión nacional que en Europa “se producen vacas caras y malas”.

No todos los argumentos valen. Se puede convencer, al menos intentarlo, sin insultar y denigrar.

Brasil seguirá siendo el líder mundial en la exportación de carne de pollo durante 2024, según el USDA, y está batiendo récords en exportación de cerdos. En cuanto a la carne de vacuno, será la carne producida por las ganaderías extensivas, las que producen la carne de mayor calidad y las que tienen externalidades medioambientales más positivas, la más afectada por la competencia creciente de Mercosur.

El sector ganadero es perfectamente consciente de sus retos de futuro. Para nuestra ganadería intensiva, seguir diversificando mercados, disminuir en lo posible la dependencia de los alimentos para el ganado importados, reducir su huella ecológica y pasar de un crecimiento más cuantitativo a un desarrollo más cualitativo, entre otros.  En el caso de nuestra ganadería extensiva, conseguir que se remunere adecuadamente los servicios ecosistémicos que hasta hoy brindan prácticamente gratuitamente a la sociedad.

Es normal que en un acuerdo comercial haya actividades, y subsectores, económicas con perspectivas favorables y otras confrontadas a un reto suplementario. Vamos por mal camino. Si empezamos negando los problemas, difícilmente encontraremos soluciones.

Es verdad que la Presidente von der Leyen ha escrito que “para el improbable supuesto de que el sector agrario en Europa sufra repercusiones negativas a raíz de la ejecución del nuevo acuerdo, tenemos previsto crear una reserva por un valor mínimo de 1000 millones de euros. Esa será nuestra ‘póliza de seguros’ para nuestros agricultores y nuestras zonas rurales”. 

Pero ni es un “improbable supuesto”, ni se sabe de dónde vendría este dinero ni si es una reserva anual o plurianual.

Echo en falta entre los entusiastas defensores referencias al acompañamiento necesario de los sectores en dificultad potencial. Sobra prepotencia y propaganda, falta empatía, escucha y dialogo.

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