Conversamos con Esther Ferrero, una joven ganadera de la Sierra Norte de la Comunidad de Madrid, que, por motivos personales, optó por cambiar radicalmente de vida. Tras la maternidad, dejó la ciudad y su trabajo de economista para trasladarse a vivir al campo. Desde 2021 cuenta con su propia explotación ganadera, en la que gestiona 65 cabezas de ganado vacuno que cría en extensivo. Esther se define como una persona inquieta, trabajadora, que está en aprendizaje continuo y a la que le gusta ayudar a los demás. Madre de dos hijos, afirma que, aunque es una profesión agotadora, no cambiaría el campo por nada aunque reconoce, emocionada, haber vivido situaciones difíciles el año pasado cuando alguno de sus animales se vieron afectados por la EHE. Actualmente pertenece a Ganademad, una cooperativa de ganaderos de Madrid, también forma parte de Ganaderas en Red y desde hace poco es miembro de la junta directiva de Unión de Agricultores, Ganaderos y Silvicultores de la Comunidad de Madrid (UGAMA) de la Sierra Norte.
Esther, de formación empresarial y economista, empezó trabajando en banca antes de conocer a su marido Javier, un informático de familia ganadera. Durante los dos primeros años de su hijo, siguieron viviendo en Madrid pero empujados por los problemas de salud que estaba teniendo su pequeño, relacionados con la contaminación en Madrid, ella y su marido decidieron cambiar de vida y mudarse a Guadalix de la Sierra, un municipio de la Comunidad de Madrid, a 49 kilómetros de la capital. “Vivir en la sierra ha sido un cambio radical y maravilloso”, afirma, aunque reconoce, sin tapujos, que su madre nunca apoyó su decisión.
Tras los primeros años, Esther, como persona inquieta que es, creyó que debía formarse en ganadería, tanto teórica como prácticamente. Al principio ayudaba a su marido y a su suegro en el campo hasta que su suegro enfermó, momento en que asumió más responsabilidades.
En la actualidad, ella y su marido manejan la explotación ganadera familiar juntos, aunque Esther tiene también desde 2021 su propia explotación, con 65 cabezas de ganado y su idea es seguir ampliando su explotación, tal vez, con algunas cabras, asegura.
A pesar de los desafíos, Esther afirma que no cambiaría el campo por la ciudad. La conciliación entre su trabajo y la familia es posible porque sus hijos participan en las actividades ganaderas. Para ella y su familia, cuenta, se trata de “un estilo de vida más que un trabajo”. Sin embargo, reconoce haber pasado momentos duros, en especial, recuerda emocionada y con los ojos vidriosos, lo vivido el año pasado con la irrupción de la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) en su explotación, y la consecuente pérdida de animales. “Fue una experiencia dolorosa tanto para mi como para mi familia”, reconoce.
“Es fundamental fomentar el conocimiento y la apreciación del campo desde una edad temprana”
La ganadería en la escuela, esencial para el futuro del sector
Esther considera que es fundamental fomentar el conocimiento y la apreciación del campo desde una edad temprana. “En mi casa, hago visitas informales con niños y familias para mostrarles cómo funciona una granja y de dónde provienen los productos que consumen. Esta educación práctica es esencial, y considero que debería haber asignaturas en las escuelas que enseñen sobre la agricultura y la ganadería”, señala.
En su opinión “es crucial que los niños comprendan el proceso detrás de los alimentos que consumen y valoren el trabajo de los agricultores y ganaderos”.
Una profesión dura, pero mejorada gracias a la tecnología
Aunque las largas jornadas, el clima variable y el esfuerzo físico constante hacen que este trabajo sea especialmente exigente, la llegada de la tecnología y la digitalización al campo están transformando significativamente este sector, al hacerlo más manejable y eficiente.
El uso de collares GPS y aplicaciones móviles para mejorar el seguimiento y manejo de los animales ayuda a gestionar la explotación ganadera de manera más eficiente, “a pesar de desafíos como el exceso de burocracia”. De hecho, cuenta, Esther es, dentro de la Comunidad de Madrid, la segunda mujer de vacuno que aplica digitalización en la explotación ganadera: “Tengo collares GPS de vallado virtual, lo que me permite tener geolocalizadas a mis vacas. (…) Eso no implica que no tenga que ir al campo, porque en el campo siempre tienes algo que hacer” pero el uso de la tecnología permite poder controlar los pastos y el rebaño desde el móvil o la tablet “y si hay alguna incidencia nos sale una notificación”.
Esta nueva tecnología, además, le permite hacer cuadrantes “y a medida que yo hago esos cuadrantes, diariamente o cada dos días, voy a su vez regenerando el pasto, es decir estoy certificada en ganadería en extensivo y en ganadería regenerativa”. Al hacer rotación de pastos, sus vacas previenen poco a poco los incendios forestales, algo “fundamental” para Esther y a su vez, “está generando que haya más aves e insectos en la zona que antes no había”.
Un ejemplo inspirador
Esther, con su espíritu emprendedor y dedicación, ha demostrado que es posible innovar y ser sostenible en el campo. Su historia es un ejemplo inspirador para otros jóvenes que consideran dedicarse a la ganadería.
A sus 41 años, Esther sigue comprometida con su formación y la mejora continua de su explotación ganadera, mirando hacia un futuro prometedor en el campo.
Puedes seguir leyendo la entrevista completa en el nº 439 de la revista Cárnica.