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El sector cárnico español: de la depresión al éxito

Por C de Comunicación

 

Desde un punto de vista conceptual, la incorporación de España a la entonces denominada Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) fue un punto de inflexión en el conjunto de la sociedad y de la economía española, y a la que el sector cárnico no ha sido ajena. El año 1986 siempre se recordará como la fecha en la que se produjo dicha integración, pero en realidad no fue hasta un lustro más tarde cuando esta causó efectos tangibles sobre nuestro sector, llevándonos hasta la situación actual.

En el momento de nuestra integración, los desajustes económicos, productivos, sanitarios, etc que presentaba el sector cárnico en relación a nuestros vecinos europeos, eran de unas dimensiones indigeribles, hecho que nos generó numerosos conflictos internos, desde la línea roja, detrás de la cual se situaba la PPA, hasta el hundimiento de los precios del porcino, generado por una inundación de importaciones cárnicas ante un mercado cautivo, como era el cárnico-ganadero en España.

Fue en la década de los 90 cuando con la adecuación de nuestras instalaciones a los estándares sanitarios de la UE, las coloquialmente denominadas “homologaciones”, junto con la erradicación de patologías endémicas de sanidad animal, se abrieron a nuestro comercio, inicialmente, las puertas de Europa y luego, las del resto del mundo.

Modelos de referencia

El sector cárnico español, y en particular el del porcino, supo aprovechar la oportunidad y las mejoras hechas en aspectos como la sanidad animal, la seguridad alimentaria o la calidad, situándonos en un escenario que en 1986 se habría tildado de ciencia ficción. Sin ir más lejos, nuestra referencia inmediata en aquel entonces era Francia. Su modelo productivo y organizativo y su capacidad de estar presente en todos los certámenes internacionales nos generaba la envidia sana de querer ser como ellos. Hoy en día, en el sector porcino, nuestra producción cárnica es muy superior a la gala, quien ha pasado de ser un país exportador a un importador neto y a tener como su gran preocupación el proteccionismo de sus producciones por la vía de los piquetes a pie de autopista o del etiquetado de origen de las carnes, mientras que las nuestras son el crecimiento en los mercados exteriores y una mayor internacionalización.

Otros modelos de referencia por la tecnología y organización, como eran el danés y el holandés, ya no son un idílico espejismo para nuestras producciones cárnicas. De hecho, creemos que ahora la situación se ha invertido y, posiblemente, nosotros, junto con el gigante alemán, somos sus amenazas de futuro en los mercados mundiales.

La sabiduría popular dice que lo difícil no es llegar sino mantenerse, nosotros ya hemos llegado y ahora, por lo que dicen, nos queda lo más complicado, mantenernos. Actualmente España dispone de la capacidad de producción y de crecimiento que le pueden garantizar este futuro, solo se trata de seguir haciendo bien las cosas y no cometer errores, al igual que mejorar en eficiencia y ganar en competitividad. El mercado mundial y la demanda de carne crece a mayor ritmo de lo que crecen las regiones productoras de carne, ante lo cual a los mejor preparados se les presentan interesantes oportunidades de futuro que debemos y estamos en condiciones de aprovechar.

No nos podemos permitir morir de éxito.

Nota: Este artículo se publicó previamente en EFEAgro con motivo de su 25 aniversario.

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